seminario de minería, impropio tal vez para su objeto, es en sí mismo un elegante palacio, monumento del ingenio de Tolsá y que adornaría la plaza de cualquier capital. Respecto de templos, la suntuosidad ha sido extrema; y averiguando los maestros que en ellos trabajaron, desde Alonso Pérez Castañeda, que a principios del siglo XVII entendía en la montea y construcción; de Catedral, hasta don el arquitecto del Carmen y el puente de Celaya, se formaría un catálogo honroso y distinguido. Aun en otro género, en la ingeniería civil, se acometieron entre nosotros obras verdaderamente gigantescas. Poco después de la conquista, un pobre religioso franciscano, fray Francisco Tembleque, para surtir de agua dos distritos que carecían de ella, proyectó y llevó felizmente a cabo el notable acueducto de Zempoala, que es un monumento digno de la munificencia de un príncipe.64 Al entrar el siglo siguiente, Enrico Martínez ejecutó el canal de desagüe de Huehuetoca, practicando en la montaña del Sincoque un socavón (tunel dicen ahora, como si nuestra raza no hubiera tenido ni vocablo con que llamar esa clase de obras) cubierto en lo interior con bóveda de mampostería, que en nuestros días y en cualquier país se tendría por empresa de gran cuenta. Otras semejantes se continuaron sin interrupción hasta el presente siglo, en que los Consulados de México y Veracruz a competencia hicieron las dos carreteras que bajan a aquel puerto. Más corta la del segundo, como que principia sólo en Perote, acredita sin embargo en la cuesta de San Miguel y en el Puente del Rey la pericia de don Diego García Conde, que la dirigió. La del Consulado de México arranca en Toluca, atraviesa el