estaban brindando excelentes fondos en una tierra como México, donde la naturaleza se ostenta tan variada, tan rica, tan galana que parece que se pavonea para ser vista de los hombres. No se comprende cómo tal espectáculo no excitaba la imaginación de los pintores para reproducirlo en sus telas. Dícese que Daza y Angulo lo ejercitaron en el siglo XVII y un erudito de aquel tiempo escribió que sus países eran tales que no encontrarían rival «hasta que la naturaleza se ponga a pintar».62 Grande encomio, pero no sé si merecido. No se habría dicho más del Pusino, de Claudio de Lorena, de Markoo en nuestros días. Fuera del género religioso, el que se cultivó bastante aquí fue el de retratos, pues no sólo las familias, sino los cuerpos todos, las comunidades, los colegios hacían copiar a cuantas personas de su seno llegaban a distinguirse de algún modo.
Y a fe que algunos de esos retratos no carecen de mérito, como los que nos ha dejado Juan Rodríguez Juárez y Juan Patricio Ruiz Morlete. Pero ya que el señor Pesado ha extrañado una cosa, permítanme ustedes a mí que extrañe otra. Paréceme haber notado que las dos artes liberales hermanas de la mía no caminaron en México a iguales pasos que la pintura. Ni escultores ni arquitectos conozco que hayan ganado la reputación que los pintores que hemos venido mencionando.
Ya otros habían hecho esa observación, pero limitada a la escultura. Me acuerdo que algún escritor de fines