dominó por todo el siglo XVIII. Yo tengo la sospecha de que durante él los profesores para componer sus obras se guiaban más por estampas y grabados que por el estudio del natural; de ahí puede en parte provenir la facilidad y fecundidad que en ellos se nota, y que en Cabrera, el artista que más ha descollado en México, es verdaderamente un portento. Dentro de su taller se distinguía entre otros Alcíbar, que cierra el catálogo de los antiguos pintores mexicanos. La prenda que generalmente caracteriza a la escuela toda es la suavidad y blandura, que parece inspirada por el dulce ambiente que en este país se respira y que copia bien la índole de sus habitantes.
Por lo que he podido notar, otra cualidad de distinto orden señala también a la escuela, y la honra en sumo grado, y es que fue tan mirada, tan pública, que será cosa rara encontrar obra suya que ofenda la vista. Recuerden ustedes lo que ha sido la pintura en algunos países y en manos de ciertos profesores.
Los de México parece que habían oído ya la elocuente declamación de nuestro sabio compatriota el doctor don Antonio López Portillo, quien en el hermoso discurso que el año 1773 pronunció ante la Academia de San Carlos de Valencia al hacerse la primera distribución pública de premios, se explicaba así: «Quanto mas nobles y excelentes son en sí mismas la Pintura y la