estilo, de color, de entonación, de dibujo que se observa en todo lo que lleva su nombre y que a los ojos del espectador lo hace aparecer como salido de una mano, aunque no todo sea de igual mérito. Acuérdate que las desigualdades que notamos en la vida de la Virgen por Juan Rodríguez en Tepozotlán nos hicieron sospechar que algunos de los cuadros serían hechos por sus discípulos. No sucede así con los de Cabrera, lo cual me parece que prueba que en éstos no sólo la invención y la traza en grande, sino aun la ejecución, al menos en las partes principales, como las cabezas, era suya. De suerte que siempre le queda el prez de una soltura y facilidad raras.
Pues añada usted luego el incontestable mérito de su pintura. El dibujo, aunque no puede decirse totalmente correcto, sin embargo, saca ventaja al de los más de los pintores mexicanos. El colorido en general es de la escuela de Rodríguez, pero sin la exageración en que otros cayeron. Por lo que mira a la invención, si bien algunas veces se le ve apelar a alegorías y aun al mezquino medio de los letreros que salen de las bocas de los personajes, en lo general escoge con juicio sus argumentos y sabe componerlos con habilidad. Sus figuras están bien distribuidas en cada lienzo y bien agrupadas donde conviene. El carácter que más resalta en él es la suavidad, la morbidez y cierto ambiente general de belleza que se derrama en todo lo que hace. No tenía sin duda la buena escuela ni el acendrado gusto de Baltasar de Echave el Viejo y ciertamente carecía del