a pesar de las propuestas que le hicimos. Es un Calvario que exhala un perfume de devoción que se comunica al espectador. Y tiene la particularidad de haber sido probablemente la última obra grande que ejecutó Ibarra, pues lleva fecha de 1856 y consta que él murió el 22 de noviembre de ese año.48
A juzgar por la porción de obras que ha dejado dentro y fuera de la capital, su vida debió ser larga y laboriosa, pues acababa bien lo que hacía y no era de los artistas que buscan el efecto en unos cuantos toques dados con bizarría.
Frescamente se ha escrito que nació en 1688, aunque no se señala la fuente de donde se tomó la noticia.49 Su amigo y colega don Miguel Cabrera aseguraba en el mismo año de su muerte que había llegado a una edad respetable y que había conocido no sólo a los célebres pintores de su siglo, sino muchos de los que florecieron en el anterior,50 lo cual no sé si pueda decirse con propiedad de un muchacho de 12 años, que eran los que debía tener al concluirse el siglo XVII si efectivamente había nacido en 1688. Pero sea de ello lo que fuere, lo que no tiene disputa es que en una vida, más o menos prolongada, adquirió maestría en el arte y ganó merecida reputación que conserva hasta nuestros días. Decían que era el Murillo de México y que aun en la figura se asemejaba al sevillano. A vuelta de algunos