mala Purísima del año 1704; Juan de Aguilera, superior a él, que pintó hacia 1714 algunos cuadros del Apostolado que hay en el noviciado de Santo Domingo, en que también trabajó Ibarra; Francisco de León, que dejó un valiente cuadro de la gloria de la Virgen del Rosario en el corredor de la escalera del mismo convento, el año 1727; Antonio Torres, nombrado en 1721 con los dos Rodríguez Juárez, para reconocer el lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe, y de quien he visto una Asunción de regular mérito, con fecha de ese mismo año, y en San Francisco alguna cosita con la de 1715; Francisco Martínez, notario de la Inquisición, como Arteaga, de quien hay allí mismo en el antecoro un cuadro alegórico de la gloria del santo y de su orden; en San Diego, todos los que cubren las paredes de los corredores bajos del primer patio; en el muro exterior del coro de Catedral, dos del martirio de san Lorenzo a los lados de su altar, pintados en 1736, y aquí, en esta galería, esos dos Evangelistas que nos regaló la Escuela de Medicina y fueron ejecutados en 1740; fray Miguel de Herrera, agustino, de bastante rasgo en la ejecución, autor del gran lienzo que se colocó en la portería del Carmen durante las fiestas que para solemnizar la canonización de san Juan de la Cruz hizo la orden el año 1729 y que pintaba todavía en 1742; finalmente, Nicolás Enríquez, de quien posee don Manuel Escandón algunos cuadros chicos de la historia de Alejandro, la Universidad una Purísima grande, adorada por los siete arcángeles, que le dimos en cambio de aquella de Cabrera, y acá conservamos este cuadrito en que la Virgen y el Salvador se dejan ver de algunos santos fundadores de órdenes religiosas.