Asunción de Nuestra Señora, la gloria de san Miguel, su lucha con el Dragón, el triunfo de la Eucaristía o de la fe, etcétera. Aquel hombre manejaba el lápiz y el pincel a grandes tajos.
Alguna vez he considerado esos cuadros y me ha parecido que su autor concebía como un poeta.
Sí, como un poeta, pero del tiempo de y . Por lo demás, de Villalpando he visto obras más chicas, cuadros de caballete, en que me ha parecido encontrar juicio y mejor gusto; por ejemplo, uno que hay en la Encarnación y representa a san Francisco orando en el desierto, la figura del santo es sumamente devota y expresiva. Respecto del colorido, tiene razón el señor Clavé, Villalpando no adoptó el de Juan Rodríguez y sus secuaces, sino que usó siempre el suyo propio. Ignoro si sería de la misma familia otro Villalpando, el bachiller Carlos, de quien tenemos aquí ese cuadrito de perspectiva que presenta el exterior de la iglesia de Belén. Suyo es también un medio punto grande que está en la iglesia de San Agustín, sobre la puerta que queda frente a la del costado y tiene por asunto la predicación de san Javier a los indios. En éste se nota algo del nuevo colorido que se iba introduciendo en nuestra escuela y que, fuera del de Cristóbal, adoptaron, como he dicho, todos los pintores de la época. Pertenece a ese número un tercer Correa (Miguel), de quien vi en el comulgatorio de la iglesia de San Francisco, en Texcoco, una