padre.47 En esa hipótesis éste habría sido otro medio para que a Rodríguez Juárez y sus contemporáneos se comunicara algo del estilo de aquel célebre maestro y de su escuela, especialmente en el color. Pero sea lo que fuere de estas conjeturas, que de tales no pasan, el hecho cierto es que en Juan Rodríguez encontramos una verdadera novedad, una revolución (como ahora dicen) en la pintura.
Un maestro, sin embargo, conozco que no la siguió y era de aquel tiempo, según usted me ha dicho, Cristóbal de Villalpando.
En efecto, hay pinturas de él, a lo menos desde 1683 hasta 1710.
Villalpando se me ha hecho notable, en primer lugar, por la gran desigualdad de sus obras. En algunas se detiene la vista por su mérito, al paso que en otras la mano del artista cae hasta parecer menos que mediano. Tales son, por ejemplo, las de la Pasión en los claustros de San Francisco, de que hablaba usted antes; en segundo lugar, tratándose de valentía y rasgo de imaginación, tal vez en México ninguno ha tenido más que él. Básteme citar en prueba los grandes lienzos que cubren las paredes de la sacristía de Catedral y representan la