sombra de cultura, tal vez hasta sin domicilios fijos. La bizarra entrada que con un puñado de hombres hizo Cortés en 1521, que es lo que nosotros acostumbramos llamar la conquista y forma sin disputa uno de los hechos més señalados de la historia del mundo, produjo el efecto de dar en tierra con el poderío de los emperadores de México, y de los régulos sus aliados y tributarios, sometiendo los distritos que regían o tiranizaban al mando militar de la raza conquistadora. Pero esa entrada no podía ella misma hacer la civilización de la tierra. A la toma de la ciudad de México siguió inmediatamente un periodo de nueve años de iniquidad, desconcierto y anarquía en que no se obró sino el mal. Mas contando desde la venida de la Segunda Audiencia en 1530, y particularmente desde el establecimiento del virreinato, las cosas fueron por otro camino; trabajose con tino, con justicia y con rara diligencia; y en los setenta años que pasaron hasta cerrarse el siglo se hizo tanto que de verdad causa admiración, en especial cuando se considera que el gobierno y el pueblo de la metrópoli tenían que obrar al mismo tiempo en casi toda la extensión del continente americano y que era aquella la época en que en Europa pesaba sobre España la suma de todas las cosas en política, en religion y en guerras. Nuestras fronteras se avanzaron hasta los departamentos de Coahuila, Nuevo Leon, Nuevo México, Durango y Sinaloa. Los salvajes que aún había dentro y fuera de ellas si bien causaban harto mal a las propiedades particulares, no podían ya inspirar temor a la autoridad establecida, la cual de verdad era señora de la tierra y la tenía organizada según el plan que se propuso. El suelo se había repartido en dominios privados; habíanse traído