exactamente se ha observado lo mismo en todas partes, vuelvan ustedes los ojos a los países donde han prevalecido de tres siglos para acá las sectas iconoclastas; y a pesar de que en algunos, como Inglaterra, se han reunido circunstancias sumamente favorables para el desarrollo de las nobles artes, en vano se buscará allí la pintura.
Hay, sin embargo, un género en que acaso podrá todavía emplearse, y que hace poco mencionábamos, la pintura mural. Es probable que en lo venidero se manden hacer pocos cuadros al óleo, pero quizá se introduzca el uso de decorar con esa otra los templos, los edificios públicos, los salones de los ricos. Algún día conocerán estos últimos que la ornamentación que hoy dan a sus casas, y en que por cierto no se muestran parcos, revela un gusto poco culto y sin doctrina; gusto de mercaderes que derraman con profusión el dinero, no de personas entendidas que sepan sentir y juzgar. Un enorme espejo, una alfombra en que se hunde el pie como en césped de jardín, les llaman más la atención y son pagados a mejor precio que un excelente cuadro, un cornisamento, una perspectiva, un paisaje hechos con sabiduría. Cuando una educación más cuidada enderece y purifique sus gustos, se correrán de eso y conocerán que nunca los artefactos mecánicos pueden parangonarse con las obras del ingenio. Para abrir si es posible este camino, se ha ataviado por nuevo estilo la última galería hecha aquí en la Academia, y lo haremos (Dios mediante) sobre mayor escala en las paredes y techumbres