agrado. En el Carmen, antes de la librería, hemos visto el señor Couto y yo cuadros suyos alegóricos, que es género a que parece que era inclinado. De Arnáez y Osorio andan obras en la ciudad.
Por aquel tiempo eran bastantes los profesores de pintura que había en México. Fuera de los que ya hemos mencionado, con Cabrera se unieron para la fundación de la Academia José Manuel Domínguez, como primer director, Miguel Espinosa de los Monteros y Pedro Quintana. Florecía también a la sazón José Páez, que pintó en el claustro bajo de San Fernando la vida de san Francisco Solano (año 1764), y en la entrada del coro alguna cosa que no carece de interés. En San Ildefonso hay un lienzo de su mano que representa la muerte de santa Rosalía, de dibujo incorrecto y no agradable colorido, pero en el que la traza o invención es excelente. Si él discurrió aquel asunto y no lo tomó de alguna estampa, ciertamente que era artista de ingenio y sensibilidad. Andrés Islas pintó en 1773 el retablo de san Juan evangelista que está en la capilla de Aránzazu y algo que hay en la Profesa, todo de menos que mediano mérito. Don Mariano Vázquez, que dicen fue discípulo de Cabrera, don Manuel García, don Roberto José Gutiérrez, don Andrés López y don Rafael Joaquín Gutiérrez, examinaron con Bartolache la imágen de Guadalupe el año 1787, en su calidad de profesores de pintura y firmaron el atestado que aquel publicó. De Vázquez tenemos ahí su retrato, pintado por él mismo, que es ese que hace juego con el de Juan Rodríguez