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y entre el artista y aquella sabia corporación mediaron relaciones estrechas. Las casas de los jesuitas estaban llenas de cuadros suyos. Por último, sus mismos compañeros de profesión, ¡cosa notable entre gentes de un oficio!, aceptaron llanamente el principado que el voto público le concedía en el arte. Cuando en el año de 1753 concibieron el proyecto de plantear en México una academia, a semejanza de las que por entonces empezaban a haber en España, pusieron a su cabeza a Cabrera, con el carácter de presidente perpetuo, que era el mayor testimonio que podían darle de estima y de respeto.

Pesado

No sabía yo que antes de esta nuestra Academia de San Carlos se hubiera pensado en establecer aquí una escuela de nobles artes. Ese pensamiento honra a los artistas nacionales que lo concibieron

Couto

La Academia estaba limitada a la pintura. El autógrafo de las estatutos, firmado de Cabrera y de los otros directores, lo he visto en poder de don Francisco Abadiano, bisnieto suyo. Componíase la escuela de un presidente, seis directores, un maestro de matemáticas, un secretario y un tesorero. Los ejercicios consistían en lecciones de dibujo, el estudio de modelo vivo y concursos anuales de pintura. Por cierto que hay en los tales estatutos algunas prevenciones que llaman la atención, como la de que jamas, ni por ningún empeño, se

Mantenido por mtravelo

    

2024 Diálogo sobre la historia de la pintura en México. D.R. © UNAM-IIE. Licencia de uso
2024 Diálogo sobre la historia de la pintura en México. HD LAB ISSN 1668-0001. CC BY 4.0