la ejercitaba por afición. Era también hábil retratista. He visto de su mano un niño, sobrino del señor Santa Cruz, obispo de Puebla, ejecutado no sin gracia.
En este cuadro de santa Gertrudis es notable la dificultad que presentaba el pensamiento que sirvió de tema a la composición. La santa tenía que estar arrodillada delante del altar y era preciso sacrificar o la vista de éste, que el espectador naturalmente espera encontrar al frente, o la figura de la santa, que es la protagonista, poniéndola de espaldas. Nicolás Rodríguez salió del embarazo cogiendo al soslayo la escena, pero de manera que conservando del altar lo bastante para que se comprenda el asunto, la santa en el rostro y cuerpo se presente más que de medio perfil. En cuanto a la ejecución, la masa del altar mismo hace efecto por su sencillez y regularidad, la santa ofrece un buen total en los paños, en las carnes y en la expresión, y el tono del fondo y el conjunto de la composición dan a la obra cierto aspecto de seriedad y alteza, en que se detiene no sin miramiento el espectador.
Las pinturas que en Tepozotlán nos llamaron la atención son de y consistían en una serie de cuadros que representan la vida de la Virgen. Por cierto que delante de alguno, el de la Huida de Egipto, nos detuvimos largo rato. La composición es graviosa y la ejecución excelente. Nunca olvidaré una media