Dije, en efecto, que por el Santo Cristo que está en la sacristía de la Colegiata de Guadalupe consta que trabajaba en 1643 y ahora añado que era notario de la Inquisición. Esta circunstancia puede explicar la escasez de pinturas suyas: los quehaceres del empleo no le dejarían tiempo para ejercitar el arte, pues cabalmente existió en la época en que el tribunal desplegaba más que nunca su temible actividad.38 Además, no necesitaría, como otros, subsistir de la pintura. Yo no he logrado ver más obras suyas, bien auténticas, que esa que está ahí, la de la sacristía de Guadalupe, y un insigne santo Tomás, metiendo la mano en la llaga del costado de Cristo, que hay en el presbiterio de la iglesia de San Agustín, sobre la puerta que da a la sacristía.
Pues a fe que si por ésta del desposorio hemos de juzgar de su habilidad, debemos sentir que el señor notario no se hubiera dejado los procesos, los expedientes y toda la balumba de papeles de la notaría para darse exclusivamente al pincel y los colores.
La composición, aunque sencilla, está bien ideada. Un pontífice colocado en el centro toma con una de sus manos la de la Virgen y con la otra la de san José para unirlas. Algunos ángeles animan la escena y se