pertenecieron a otro retablo como el de Tlatelolco, compuesto según la moda de aquel tiempo, y no es remoto que fueran de la antigua iglesia de los jesuitas en su casa profesa y se hubieran quitado de allí cuando hizo el nuevo altar mayor que hay ahora.
Pues a fe que la Virgen de la Adoración de Reyes no cede a las otras. Y el niño que tiene en el regazo y el rey que le besa el pie son excelentes figuras. ¿Qué suavidad, qué empaste de carnes! ¡Qué buenos paños, tan ricos y tan bien plegados! Y luego ese colorido tan brillante y tan bien entendido.
Pero aquí, señor don Joaquín, sí que es decidida la superioridad del otro cuadro que está a la derecha, el de la Oración del Huerto. Confieso a usted que no he encontrado en México figura más resignada, más celestial que la del Salvador orando, creo que el mismo con gusto la prohijaría por suya. Es cosa notable encontrar cuadros como ése pintados aquí, antes de la época en que Velázquez y Murillo florecían en España. Aquel del martirio de san Ponciano, comprado por nuestro don Bernardo a un particular, muestra la habilidad de Echave en el desnudo. El torso del cuerpo del mártir, aunque en actitud violenta, y éste del sayón que figura en primer término con una tea en la mano, están modelados con pericia, pero noten ustedes aquella cara que asoma abajo, cerca del ángulo derecho del cuadro,