Clavé advirtió que cuando llegó a México no encontró ninguna escuela, ni buena ni mala, refiriéndose a la que pudo haber existido entre 1783 y 1843. Que este periodo fue una edad media y que la generación contemporánea de Couto y Clavé fue la que hizo renacer la escuela mexicana de pintura lo prueban frases como ésta: «La muerte de la pintura en México es coetánea al establecimiento de la Academia y después de Alcíbar, en un espacio de medio siglo, no vuelve a aparecer pintor mexicano que dejara obras importantes y ganara nombre».
Couto subrayaba la decadencia al decir: «Nada notable nos queda de ese periodo, pero tampoco hay rastro de que en él se hubiese pedido nada al arte. Así que fue cayendo en inercia, que pasó luego a letargo y remató en la muerte, que era la situación en que se hallaba cuando empezó a restaurarse la Academia por los años de 1845-1846». Y para destacar lo valioso de la escuela antigua se dice de los maestros de esa época oscura: «No eran hombres como éstos los que podían mantener en su esplendor y mucho menos adelantar el arte que habían ejercitado en México, Echave, Arteaga, Rodríguez Juárez y Cabrera, y que aún tenían profesores como Alcíbar». Al hablar de maestros de la talla de Ximeno y Planes, dice de éste y su tiempo: «época que no es de la que más pueda gloriarse nuestra escuela».
Respecto de que la escuela contemporánea fuera equivalente o sucesora de aquélla es claro cuando escribe: «Yo también espero que las obras de los artistas que en la Academia [la de 1843] o bajo sus auspicios se han formado aquí y en Italia [recuérdese a los pensionados], no sólo mantengan, sino aumenten el lustre de nuestra escuela. Los nombres de Cordero, Pina, Rebull, Flores, Ramírez, Sagredo, Monroy, etcétera, no quedarán oscurecidos aliado de los Echave, Juárez, Arteaga, Rodríguez, Ibarra y Cabrera».
Una vez establecido el renacimiento de la escuela mexicana, ésta debía poseer urgentemente las características que hubieran logrado la permanencia de la antigua: una excelente institución con buenos maestros, para lo cual estaba Clavé formando esta nueva escuela. Que Clavé fuera reconocido como cabeza de esta escuela puede verse en un comentario que Rafael Rafael hacía desde el periódico El Espectador en 1851: «Y los mexicanos sabrán a quienes deben agradecer este adelanto. La escuela patria de pintura será el glorioso resultado que venga a coronar los desinteresados esfuerzos e incesantes sacrificios de la ilustrada junta de la Academia, y hará un distinguido honor al señor Clavé, que podrá, justamente, reputarse como el padre y fundador de esta escuela».81
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