justifica por la necesidad que existía en ese momento de aprobación del exterior. Couto señala dentro del mismo Diálogo —al hablar de Beltrami, único viajero que vio con ojos positivos las producciones mexicanas—: hay que señalar «el espíritu de murmuración que sobre todas estas materias es tan común en los viajeros»; por esta razón, sobresale que un extranjero hable bien de la pintura mexicana.
A pesar de esta diversidad de funciones dentro del diálogo, al final Couto logró lo que deseaba: la summa. Se describe en su totalidad —en cuanto es posible— la historia de la pintura antigua mexicana; se establece un orden y una gradación en la información, y se presenta una interrelación entre las diferentes posiciones del historiador, del poeta y del artista.
Las figuras de los dos mexicanos dentro del diálogo se definen correctamente frente al extranjero por la necesidad de defender la cultura mexicana. Resulta simpático que Couto y Pesado sean también dos de los personajes que viajan en la primera diligencia asaltada en la célebre Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno (1810-1894). En esta novela, escrita casi a treinta años de distancia del Diálogo, todavía se percibe la imagen que la sociedad se había formado de estos dos célebres mexicanos. Couto resulta ingenuo de tan honesto, veraz y recto hasta la tontería, cuando indica a los bandidos dónde se encuentran sus caudales, por amor a la verdad, y Pesado aparece taimado y ladino al dejarse robar dinero falso y reloj barato, para verse beneficiado al recibir de los ladrones, a cambio de lo anterior, dinero de buena ley para poder comer y no despertar sospechas; como él dice: «Todo es lícito en propia defensa, y la ley misma no castiga al que mata por defender su vida. Cuando no hay mala fe conocida, no hay daño en mentirle al que ofende o engaña, como en el caso de usted; es doctrina de San Tomás y de todos los teólogos».58
Esta integridad de Couto, llevada a sus extremos, y esta posición sofista de Pesado no resultan tan notables en la pintura de nuestros dos personajes, como el contraste que se establece con otro de los viajeros, don Manuel Escandón, rico empresario que a través de la plática con ellos externa en varias ocasiones su fe en los «caminos de fierro», que pronto harán seguro el tránsito por ese camino a Veracruz. Esta fe es tomada con sorna por los otros dos viajeros que la tachan de «monomanía de Escandón»: «¡Qué disparate don Manuel! ¡Ni todos los ingenieros del mundo son capaces de hacer un camino de fierro, ni todos los tesoros que encierra Londres bastarían para sufragar el gasto. Se necesitaría cortar montañas enteras y no sé cómo; conociendo usted más que yo esta altísima sierra, puede
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2025 Diálogo sobre la historia de la pintura en México. HD LAB Biblioteca digital. ISSN 3072-7715. CC BY 4.0
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