destacar la producción de los mexicanos que conformaban una «escuela nacional», su obra también tenía una finalidad celebratoria, lo cual la equipara con aquel diálogo de Francisco Cervantes de Sal azar. En este caso la creatividad era el punto central del festejo. Significativamente, Couto nombra a Cervantes de Sal azar dentro de un parlamento de José Joaquín Pesado, quien parafrasea y luego cita de manera textual a otro clásico de la apología sobre México: Bernardo de Balbuena y su Grandeza mexicana. El Diálogo de Couto se une a una larga lista de crónicas, guiadas todas ellas por el amor a la tierra.
Quizá la motivación más fuerte para que Couto eligiera la forma del diálogo fue que el estilo mismo de este género se prestaba con precisión a lo que probablemente deseaba en su obra, es decir, que estuviera dirigida a un público amplio al cual se debía explicar esta grandeza pictórica de la misma forma como lo había hecho con la «Exposición de motivos», cuando el tratado Guadalupe Hidalgo. Quizá esta misma necesidad de que sus palabras fueran entendidas por muchos probaria que las galerías también fueron creadas pensando en un público numeroso. El Diálogo de Couto ilustra cabalmente lo que él queria que fueran esas galerías.
El diálogo es un género literario que responde a un modo de pensar esencialmente no dogmático, que supone, por la interacción de los «hablantes», una forma libre y desenfadada de tratar un tema, en donde de ninguna manera se dicta cátedra o se dirige a especialistas. Además, supone que esta «conversación» tiene un escucha, es decir, va dirigido más que ningún otro género, a un personaje silencioso que «presencia» el diálogo. En el caso que nos ocupa este personaje adquiere un lugar preeminente pues es a la vez el «espectador» de una galería que ve pasar «delante de los ojos» la historia de la pintura, pero que también «oye» a los participantes del diálogo.
Si Couto hubiera deseado dirigirse sólo a los jóvenes pupilos de la Academia habria usado otro género, quizá el «manual de taller» o el «tratado», destacando lo que un discípulo debiera aprender de estos modelos. Estos géneros tradicionales no sólo van dirigidos a un selecto grupo de entendidos, y por lo general quienes los escriben son especialistas, practicantes del arte descrito, y éste no era, evidentemente, el caso de Couto. También pudo escribir un «inventario» o la «descripción de pinturas de una colección», géneros de la literatura artística que se practicaban desde la Edad Media; no obstante el diálogo era el más clásico.
Del porqué tampoco escogió el género de la «disputa», Couto escribió: «Porque es cosa prodigiosa cuántos recursos tiene el entendimiento para reducirlo todo a disputa, y volver cuestionable aun lo más averiguado. Es una potencia desatentada y estragos a que, si se le deja suelta y sin gobierno, después de arrasarlo todo, acaba por intentar destruirse a sí misma,

