particularmente por la calidad: cuadros de Luis Juárez, Baltasar de Echave Orio, Baltasar de Echave Ibía, Sebastián de Arteaga, Baltasar de Echave Rioja, Miguel Cabrera, etcétera, por sólo nombrar algunos, enriquecieron la colección.
Unidos estos cuadros a los pocos de pintura colonial que desde el siglo XVIII habían entrado a la Academia, quedó conformada la galería de la antigua escuela de pintura mexicana. La conciencia de que estas obras tenían el valor suficiente para ser expuestas en una Academia de arte, institución sancionadora de los valores artísticos, es totalmente nueva en México y habla de una modernidad no característica del momento, que se podría explicar por dos razones: quienes dirigían la Academia pertenecían al partido conservador, el cual exaltaba el pasado español, y que dentro del discurso nacionalista inicial se reconocían en la nación rasgos de creatividad que habían hecho posible la existencia de una escuela nacional; lo anterior hacía creíble y prometedor el renacimiento de dicha escuela, dada la labor que llevaba a cabo, en ese momento, la recién reestructurada Academia.
Couto, preocupado por encontrar alojamiento a estas colecciones, creó con los fondos de la lotería locales apropiados para su exhibición; por esa razón la Academia adquiere la casa número dos del ca\lejón de Amor de Dios y destina «la parte alta para las galerías de cuadros europeos y escuela mexicana…»55 Más tarde el director del ramo de pintura, Pelegrín Clavé, diseñó la decoración que él consideró apropiada para las galerías; el resultado fue un olimpo de la fama donde aparecen retratados todos los grandes maestros del arte universal, pinturas que llevó a cabo su discípulo Ramón Sagredo.
Para estas fechas parece un hecho que las colecciones, colocadas en las galerías construidas a propósito siguiendo las innovaciones arquitectónicas del momento, al igual que las exposiciones anuales, cumplían una función museística, ya que no sólo iban encaminadas a la enseñanza, sino también al solaz y esparcimiento del público que asistía. Sin embargo, no se olvidaba que en primer lugar servirían de modelo; por eso en el Diálogo sobre la historia de la pintura en México, José Joaquín Pesado exclamaba: «una colección de obras maestras nacionales de más nombre, para que su memoria florezca y nuestros jóvenes alumnos tengan más modelos que estudiar». Quizá lo más importante era que la memoria floreciera en los jóvenes; principal preocupación de una generación que presenciaba el desastre nacional. Esta función mnemotécnica fue más explícita cuando Couto agregó al respecto: «el propósito que se tuvo al poner mano en su formación, fue presentar, por medio de una serie de cuadros, la historia

