de San Carlos, y el 16 de diciembre de ese mismo año consignó la administración de la lotería a esta institución. La dote fue magnífica, pues aunque la lotería se encontraba en absoluta bancarrota y no podía ni siquiera pagar los premios, las posibilidades eran muchas, como lo demostró la magnífica administración de don Javier Echeverría, presidente de la junta de gobierno de la Academia, quien no sólo la libró de sus números rojos sino que logró ganancias nunca pensadas.50
Don Javier Echeverría, como don José Bernardo Couto, consideró sus servicios a la patria un deber y después de haber destacado en las lides políticas al final de su vida se puso al frente de causas sociales y culturales pensando que éstas serían más fructíferas.
Con tan distinguido presidente de la Academia, es evidente que ésta pronto se vio en una situación de bonanza, con la que pudo hacer realidad lo suscrito en el decreto de 1843: traer maestros europeos; pensionar a un buen número de estudiantes; enviar a otros al viejo continente a terminar su formación; comprar el edificio que ocupaban, además de renovarlo colocándole una nueva fachada y creando los espacios idóneos para su galería, así como acrecentar el caudal de ésta y ayudar a otros cinco establecimientos de beneficencia. Aunque muchos de estos beneficios ya no los pudo ver este digno ciudadano, pues murió el 17 de septiembre de 1852, todos fueron llevados a cabo, aun con creces, por su sucesor como director de la Academia, don José Bernardo Couto, quien ya pertenecía a la junta directiva desde 1847.
El apartado sexto del decreto de renovación de la Academia hablaba de formar una buena galería de pinturas y ésa fue una de las acciones que de manera especial se atendió desde 1845, cuando se solicitaron obras de maestros

