que ningún otro tipo de Academia tuvo. La creación de una Academia así obedecía a la necesidad urgente de dar un nuevo reconocimiento y status a los creadores plásticos, separándolos del gremio e incluso del taller para borrar el estigma de ser tratados como obreros o artesanos. El deseo de aquellos hombres era que les fuera reconocido lo que de intelectual tenía la creación artística, es decir, el arte se aprendería con un maestro y de ahí en adelante en una escuela; no sería sólo un oficio, sino un quehacer teórico, y por esta razón en su aprendizaje se incluirían conocimientos de geometría, matemáticas, etcétera, y no sólo se desarrollaría de manera práctica y experimental.
Dentro de todas estas innovaciones en la enseñanza del arte quizá la más revolucionaria fue que de ahí en adelante se aprendería, de manera especial, del arte mismo, es decir, de un producto intelectual ya reconocido y sancionado por la sociedad o, en todo caso, por el grupo selecto de «los mejores», aquellos que formaban el número de académicos, guías y tutores de los jóvenes.
Si el arte se aprendía del arte entonces los alumnos debían tener a su disposición modelos inmejorables. Es por esta razón que todas las academias empezaron a recolectar pinturas, grabados, esculturas, etcétera, y formaron así en poco tiempo un acervo de obras de arte de diferente procedencia que se utilizaban para la enseñanza, sin ningún interés por convertirlas en material museográfico abierto al público; eran colecciones privadas y de uso privado.
La Academia de San Carlos de la ciudad de México, fundada en 1783,44 no fue la excepción; desde su inicio directores y autoridades se preocuparon por dotarla dignamente, así el virrey conde de Gálvez, incitado por quien junto con Jerónimo Antonio Gil fue el fundador y promotor de la Academia, don Fernando José Mangino, despacha en 1785 la primera petición a España para que se envíen los vaciados de las mejores estatuas de la Academia de San Fernando en Madrid.45
Esta petición tendrá que esperar un poco para ser satisfecha,46 pero sabemos que en lo referente al ramo de la pintura ya en 1785 la Academia poseía noventa y nueve obras, entre ellas de José de Ribera, Pietro da Cortona, Francisco de Zurbarán, David Teniers, etcétera, así como obras de las escuelas de Rafael y Miguel Ángel. Con sólo nombrar algunos de los

