José Joaquín Pesado, al prologar la primera edición de las poesías de Manuel Carpio, decía:
México ha ofrecido en estos últimos años un movimiento literario con no pocos ensayos felices, llenos de esperanzas para lo futuro; esperanzas que acaso se malograrán, ya por el descuido y la superficialidad en que desgraciadamente van cayendo los estudios, ya por los riesgos que con las invasiones que nos amenazan es de temer corran también nuestra naciente literatura y hasta nuestro idioma. Los acentos de la musa mexicana, o son el anuncio de una nueva era para su gloria, o los cantos fúnebres de su muerte. Nuestra poesía será mucho o será nada, conforme a los caprichos de nuestra política. Entre estos dos extremos su suerte no tiene medio. Si está escrito que México tal como es hoy, deje de existir, y que en él se pierda hasta la hermosa lengua castellana, no por eso se desanimen los mexicanos dotados con el sagrado fuego de la poesía: las obras suyas que merezcan el honor de la inmortalidad serán trasladadas a la antigua España y conservadas ahí con la ternura y el cuidado que merecen a una madre los últimos despojos de un hijo desgraciado. ¡Tristes y dolorosos presentimientos!38
En 1851 don José Bernardo estuvo de nuevo en la Suprema Corte de Justicia; en 1852 fue conciliario del Colegio Nacional de Abogados. También durante este año fue asesor del Tribunal Mercantil ya la muerte de don Javier Echeverría fue nombrado presidente de la junta directiva de la Academia de San Carlos, cargo que con honor y eficiencia conservaría hasta 1861. También en este año había animado al escultor español Manuel Vilar, director del ramo de escultura de la Academia, a realizar dos modelos escultóricos de Colón e Iturbide, lo cual devela claramente su ideología conservadora. Sólo la primera escultura llegaría a convertirse en realidad cuando en el muy lejano, para ese entonces, 1892, dentro de las celebraciones del cuarto centenario del descubrimiento, se fundió y colocó la estatua de Colón en Buenavista.
En 1853, cuando Santa Anna era llamado del destierro y volvía victorioso, a don Bernardo se le otorgaba el grado supremo de doctor en derecho civil, y participaba junto con don Lucas Alamán, Orozco y Berra, Ramírez e Icazbalceta en la elaboración del Diccionario universal de historia y geografla, el cual quedaría terminado en 1856 y representaría uno de los primeros intentos por dejar una memoria ordenada de las glorias de esta nación. En ese año muere don Lucas Alamán, poco después de haber salido a la luz pública el último tomo de su Historia de México, y Santa Anna vende la Mesilla, se autonombra Alteza Serenísima y se hace adicto a fiestas, ceremonias y convites. Cuando en 1854 se pone fin a todo esto con el

