qué hombre puede hacer volver la hora que ya pasó? De los recuerdos de atrás sólo debemos sacar útiles lecciones para el porvenir. Cada negocio tiene un momento de madurez, y si ese momento se desaprovecha, infaliblemente se sufre la pena de la imprevisión; el tiempo no desanda jamás su camino.23
Uno de los elementos notables de esta «Exposición» es el realismo con el que José Bernardo Couto analiza la situación del país, están lejos los días de optimismo respecto de lo que era capaz la nación mexicana. Sin reparos y con juicios directos da cuenta no sólo de la situación que se encaró en la hora de la lucha, hablando de imprevisión e incluso de irresponsabilidad, sino sobre todo mostrando la situación permanente de la nación. Así dice:
nuestra situación, comparada con la del enemigo, estaba prediciendo el combate. Sin alianza ni apoyo alguno de fuera, en días de turbación y discordia interior, resintiéndose por todas partes la administración pública del desconcierto que es natural después de un largo periodo de anarquía, y cuando a los pueblos trabajados y fatigados con treinta y seis años de revueltas civiles no era cuerdo pedir nuevos y grandes sacrificios; entonces medimos nuestras fuerzas con una potencia llena de vida y lozanía, próspera y floreciente en todos ramos; triple quizá en población de la nuestra; respetada y tal vez temida de los primeros gobiernos del mundo; preparada con oportuna anticipación para la guerra; poseedora de grandes fuerzas navales, y en situación de levantar cuantas necesitase la tierra; presidida por un gobierno asentado hace medio siglo, y libre de zozobras domésticas; pudiendo disponer en el acto de grandes sumas y con holgura para procurarse cuantas en adelante hubiese menester, si la lucha se prolongaba. El testimonio de todos los mexicanos dirá si nuestra situación a la fecha en que nuestras tropas recibieron la orden de pasar el Bravo era en algo parecida a ésta.24
Para Couto es importante asentar dos cosas, y más después de la pérdida de la mitad del territorio: primero, aclarar que la guerra y sus consecuencias se perdieron en el campo de batalla y no en la mesa de negociación, y segundo, que el tratado, particularmente, protegería la independencia nacional. Conscientes los mexicanos, desde aquel momento, que la relación más espinosa y delicada para el gobierno en materia de relaciones exteriores era y seguiría siendo la mantenida con los Estados Unidos, fue primordial recalcar en qué circunstancias se pactaba y cómo quedaba protegida la integridad nacional hacia el futuro, así, con justas palabras de legislador, Couto declaró:

