Una causa justa y digna no debía defenderse de ese modo, y el que estaba todavía en el caso de aprender, no debiera meterse a enseñar. Lo único que puede explicar el hecho, es el vértigo general que entonces se había apoderado de las cabezas y cuyos amargos resultados demasiado ha sentido la República. De ese vértigo queda una prueba visible en el dictamen de los tres censores que calificaron la disertación y le aplicaron el premio. Todos eran personas caracterizadas y de no vulgar ciencia; dos eran eclesiásticos en edad provecta, y uno constituido en dignidad. En el público nadie alzó la voz contra ella. Tal era el imperio del error, que para decir verdad, venía ya de años atrás, y no tenía por cuna a México.13
Inmediatamente después Couto daba gracias a la Providencia: «por haberme ofrecido ocasión en edad madura de hablar sobre esas mismas materias como creo que corresponde»;14 seguramente hacía referencia a su reciente trabajo sobre la Iglesia (1857) —el cual llevaba el mismo título de aquél de antaño que tantos problemas le traía— y que parece no haber sido, maliciosamente, tomado en cuenta por el detractor.
A pesar de todo, su trabajo de juventud en su momento fue calificado como el mejor entre muchos y para Couto representó la primera oportunidad de exponer patrióticamente sus ideas al respecto, ideas que pronto le hicieron inmiscuirse en trabajos políticos.
Todavía trabajaba a las órdenes del doctor Mora cuando ya participaba en puestos de importancia. Tan sólo enumerar la cantidad de nombramientos y distinciones públicas que ganó o se le otorgaron hace evidente la responsabilidad con que asumía su destino. En 1828, sólo un año después de aparecer en la lista de estudiantes inscritos en la carrera de abogacía, ya era diputado en la legislatura de Veracruz, cargo que ocupó en épocas sucesivas, y fungía además como catedrático de derecho público. En 1833 se convirtió en profesor de derecho romano y más tarde, cuando ya eran los años de Santa Anna, tuvo a su cargo la cátedra de filosofia del derecho y legislación comparada. Durante una de las ausencias de éste en la silla presidencial, su maestro el doctor Mora junto con don Valentín Gómez Farías realizaron la importantísima triple reforma, política, eclesiástica y militar; reforma que a su vez el mismo Santa Anna atacaría y suspendería más tarde.
En 1834 aparecieron en el periódico La Oposición, donde escribía también su primo José Joaquín Pesado, «acabadas versiones de algunos de los salmos» que colocaban ya desde esa época a Couto como un conocedor de los textos bíblicos.
En 1835, 1842, 1847y 1848 ocupó unas veces el cargo de senador y otras el de diputado en las cámaras federales. Entre sus compañeros de lides

