palabras respecto de la profesión de abogado no sólo son una apología de ésta, sino estrictás normas que siguen siendo válidas. Aunque larga la cita, vale la pena conocerla entera pues nos revela el carácter de don Bernardo Couto, que así argumentaba durante la defensa del general don Isidro Reyes:
Si ningún corazón bien formado puede dejar de tomar interés por la suerte de quien lucha con los riesgos de un proceso, los deberes propios de la abogacía nos obligan a nosotros a empeñar en tales casos todos nuestros esfuerzos siempre que se nos piden, y hacer cuanto el honor y la virtud no reprueban, para sacar a paz y con gloria al que puede ser víctima de una condenación. Timbre es de nuestra profesión que todo infortunio encuentre en ella, no lágrimas baldías, sino ayuda y consuelo, y que a nuestros ojos un hombre en desgracia sea una especie de objeto sagrado, al cual debemos presentar en tributo lo único que poseemos, el estudio y la palabra.
Couto continúa:
Mengua fuera para un letrado negar ese tributo en una causa ordinaria; pero lo sería mucho más en un proceso político en días de agitación y discordia civil. No permita el cielo se oiga jamás en México que un acusado de esta clase ha sufrido en el gremio de los abogados una sola repulsa, sea cual fuere el bando político que haya seguido, sea cual fuere la acusación que sobre él pese. Nosotros nos debemos a todos los que peligran; y nuestro oficio, especialmente en tiempos turbados, es calmar los odios públicos, interponemos entre la justicia y los caídos, conservar a cada familia el padre, el esposo, y disminuir así el caudal de desgracias que derraman sobre el suelo la discordia. Un solo límite hay para nosotros en la defensa, y es no usar de medio alguno que desdiga de la nobleza de nuestra profesión.10
Dentro de la nómina de maestros que fueron moldeando este espíritu de rectitud estuvo en lugar destacado don José María Luis Mora, de quien heredó, en cierto sentido, preocupaciones como las concernientes a las relaciones Iglesia-Estado, aunque serían tratadas por ambos de diferente forma. También de él recibió ideas de un liberalismo avanzado, que en Couto sólo fructificarían en un temprano liberalismo moderado. El doctor Mora no fue sólo un maestro para él, sino su amigo y protector, amistad que Couto tuvo oportunidad de devolver en reciprocidad dándole acogida en su casa cuando empezó a tener problemas políticos.

