o más bien su inclinación al clasicismo, se vio bien cultivado por sus estudios en derecho, lo cual se puede apreciar en sus escritos siempre dotados de un corte y sentimiento clasicista.
Probablemente también de esta experiencia en San Ildefonso, y ante la visión de la Compañía de Jesús que se restablecía, nació la admiración y el estudio de la obra de los jesuitas. Así, podemos aseverar que no solamente recibió influencia de Márquez, sino en forma especial de Clavijero, como veremos adelante, y que desde luego leyó a los padres Cavo, Alegre, Andrés, Hervás, etcétera. En su Diálogo, Couto expresa esta admiración diciendo: «fueron los jesuitas sagaces descubridores del talento y el mérito en todas líneas». Junto con estas lecturas leyó a los ilustrados italianos que como Muratori participaron con los jesuitas en la conocida Disputa del Nuevo Mundo, al igual que a los detractores de América, como Buffon. Cierto que no era raro que un hombre culto de la época guardara esta admiración ante la erudición y la labor que esta generación de exiliados hizo en el viejo continente por defender la dignidad americana, pero también era un momento propicio, por la efervescencia política en que se hallaba México, para que el jesuitismo empezara a adquirir connotaciones nacionalistas.
Como estudiante Couto logró diferentes reconocimientos; entre ellos la concesión de la real beca en 1820, exactamente cuando se obligaba a Fernando VII a restablecer la Constitución de Cádiz. En 1822 obtuvo los títulos de bachiller in artibus, mientras todavía duraba el júbilo por la consumación de la Independencia e lturbide era el héroe nacional. En 1824, cuando lograba el título en derecho canónico, México estrenaba una recién elaborada Constitución y de inmediato se daba la orden de fusilamiento del emperador Iturbide, asimismo estrenábamos presidente en la persona de José Guadalupe Victoria, y como decía un contemporáneo: «la generación que asistió a la consumación de la Independencia y que fue aquí la primera en practicar el culto de la patria, se despertó el día menos pensado republicana, sin sospechar todavía que a poco andar también se había de convertir en revolucionaria».9
El 9 de agosto de 1827 el nombre de Couto se encontraba entre la lista de abogados que alcanzaron el título y recibía el nombramiento de catedrático en derecho público. Sin embargo, no es sino hasta 1846 que se matriculó en el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados.
Dedicarse a la abogacía significó para Couto la posibilidad de llevar a la práctica no sólo un estricto código ético, que practicó durante toda su vida, sino también una forma de dar salida racional a su generosidad. Sus

