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había emprendido el regreso, ya que era necesario no sólo reabrir la Compañía de Jesús, sino enseñar de nuevo, después de casi cincuenta años, qué era ser jesuita.

El padre Márquez había dedicado sus años romanos al estudio de las antigüedades clásicas y había alcanzado cierta fama como experto en Vitruvio. En Roma perteneció al selecto grupo de protegidos del embajador español don José Nicolás de Azara, distinguiéndose entre ellos el pintor alemán Antonio Rafael Mengs. El padre Márquez escribió varias obras de arquitectura clásica, un tratado de la belleza y tradujo al italiano parte de la obra de don Antonio León y Gama. Acababa, seguramente para la época en que lo conoció el joven Couto, de corregir un gran diccionario sobre términos vitruvianos que, según pensaba, aclararían multitud de mal entendidos sobre la arquitectura clásica.

Como muchos jóvenes que habitaban en San Ildefonso, Couto escuchó las enseñanzas que sobre ese tipo de arquitectura gustaba dar el padre Márquez. Francisco Sosa afirmaría años después que Couto atesoraba alguno de los manuscritos de este jesuita,5 cosa que no resulta extraña ya que años más tarde, por medio de la Academia de San Carlos, propició la publicación del Diccionario que sobre la doctrina de Vitruvio había escrito el jesuita, aunque esta labor editorial quedó inconclusa.6

También a Couto le tocó escribir la biografía de este jesuita para el Diccionario universal de historia y geografia, lo cual nos revela lo compenetrado que estaba con este personaje a pesar de su corta edad. En su biografía escribió: «El autor de este artículo, entre otros, recordará siempre con veneración y complacencia la memoria de aquel anciano respetable a quien conoció en sus últimos años, y a quien debió mil muestras de bondad. En las horas de recreación, el padre Márquez, que no podía olvidar la arqueología y a Vitruvio, solía entretenerse en explicar a los novicios las estampas en que se representan los grandes edificios de la Antigüedad».7

Es probable que aquí se iniciara don Bernardo en la afición por el estudio de las antigüedades clásicas y la arqueología en general, como bien lo demuestra el elenco de su biblioteca, de la cual conocemos el índice de su puño y letra,8 y en la cual se encuentran muchos libros dedicados al anticuariato y a la arquitectura grecolatina y del medio Oriente. Este gusto,

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