de que se le adjudicara el premio ofrecido. La obra, en el fondo y en la manera, descubre a cada línea la mano inexperta por una parte y arrojada por otra, que la trabajó.
»A la vuelta de treinta y dos años el señor Mercado la hizo objeto de sus observaciones, las cuales comunicó a los editores del Monitor, con ocasión del discurso sobre la Constitución de la Iglesia. Su censura, lejos de pecar de destemplada, es quizá demasiado indulgente: a mí me parecería perfectamente justa, si fuese todavía más severa y más completa. La disertación no sólo en el proemio, que con razón disgusta al señor Mercado, sino en casi todas sus partes, está sembrada de máximas, o falsas o exageradas, y escrita de principio a fin en estilo descompuesto e irreverente. Ni la circunstancia de ver atacada la independencia nacional, ni la mocedad del autor que aún se hallaba con la leche de la escuela en los labios, bastan para disculpar el arrojo que se nota en las doctrinas, o la acedia que mancha el lenguaje. Una causa justa y digna no debía defenderse de ese modo, y el que estaba todavía en el caso de aprender no debiera meterse a enseñar. Lo único que puede explicar el hecho es el vértigo general que entonces se había apoderado de las cabezas y cuyos amargos resultados demasiado ha sentido la República. De ese vértigo queda
Mantenido por mtravelo
2025 Diálogo sobre la historia de la pintura en México. HD LAB Biblioteca digital. ISSN 3072-7715. CC BY 4.0
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