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de los ricos. Algún día conocerán estos últimos que la ornamentación que hoy dan a sus casas y que por cierto no se muestran parcos, revela un gusto poco culto y sin doctrina […] cuando una educación más cuidada enderece y purifique sus gustos, se correrán de eso y conocerán que nunca los artefactos mecánicos pueden parangonarse con las obras del ingenio.

Couto señala que los alumnos de la Academia se ejercitarían con la pintura mural decorando las galerías de la misma y «que acaso les proporcione ocupación en lo venidero, si logramos que el público forme su paladar y tome gusto en estas cosas. Tal es la mira que nos hemos propuesto». Éste casi podría ser el ideario de los muralistas mexicanos que no sólo pretendían un arte público, sino convertirlo en factor de educación.

Couto logra con su Diálogo hacer historia, preservar la memoria. Al presentar los fundamentos de la nueva escuela mexicana, la inserta en un árbol genealógico brillante y fructífero, pero también le da una salida práctica hacia adelante, sin rastros de melancolía, pues sabía que una pintura con pasado glorioso siempre mira hacia el futuro.